Yalitza Aparicio

Por José Acévez
Fotografía: Ricardo Ramos
Estilismo: Hernán Esquinca
Maquillaje y peinado: Gustavo Bortolotti
Producción: Paulina Herrera y Maribel Escobosa

La historia de Yalitza Aparicio se ha convertido en un mito para la vida cultural mexicana de los tiempos recientes. Una mujer mixteca de la sierra oaxaqueña que por un desliz del azar terminó convirtiéndose en una estrella reconocida y aplaudida en los rincones más sofisticados del mundo. Una historia sobre las excepciones; de esas que abundaban en la televisión abierta o en las películas con poco presupuesto. Una historia casi inverosímil si no fuera por, literalmente, la magia del cine. Ese cine que es capaz de retratar y reconocer, de abrir espacios para interrogantes genuinas. Esa “magia” lúcida que abunda en Roma, donde la actuación de Yalitza es elemento imprescindible para la completud.

 

Cuando a inicios de noviembre de 2018, la edición estadounidense de Vanity Fair publicó una entrevista con Aparicio junto con su coprotagonista, Marina de Tavira, y Alfonso Cuarón, director de la tan esperada película producida por Netflix, el nombre de la maestra normalista que se hizo actriz comenzó a ebullir. La entrevista se acompañaba de las fotografías que realizó Cristina de Middel, las cuales están llenas de una atmósfera estética particularmente vasta y caleidoscópica. Las imágenes no tardaron en viralizarse y en generar todo tipo de comentarios. No es común que en México veamos a una mujer mixteca vestida de Gucci, Louis Vuitton y Prada, posando con elegancia y rodeada de elementos formales (colores, flores, luces) que no niegan su etnicidad, sino que la engalanan. Un encuentro poco explorado entre el exotismo de lo originario y el mundo del glamur que solo le corresponde a unos pocos. Fue un momento donde comenzamos a imaginar, a discutir, a vislumbrar alcances. ¿Por qué nos hemos negado tanto tiempo la posibilidad de adular nuestra compleja diversidad? ¿Por qué tenemos que reservarnos la exclusiva de la belleza autóctona mexicana en su contexto folclórico y no verla como un engranaje más de los referentes que se suponen universales?

 

La historia de Yalitza —y su repetición recurrente, constante y múltiple— ha desatado todo un fenómeno de reflexión (a veces superflua, otras muchas más profunda). Hacia el interior de nuestro país, en dos sentidos: primero, sobre la trama de Roma (el oportuno y casi urgente cuestionamiento acerca del tipo de relación que hemos construido con quienes se dedican a que los hogares mexicanos sean espacios vivibles, a quienes les debemos, sin hipérbole, la supervivencia de la cotidianidad); y, dos, sobre cómo nos hemos relacionado históricamente con los pueblos originarios de México. Ambas cuestiones se entrelazan en un fenómeno tan único como inédito: la superación de Yalitza ante el personaje de Cleo para convertirse en un icono de la cultura masiva internacional, pero sobre todo mexicana. Además, a nivel global, con el León de Oro y diez nominaciones al Óscar, entre las que Aparicio compite por el premio a mejor actriz, la película que retrató con manufactura exquisita un momento históricamente tan situado del México de los setenta, pero cuya narrativa no impidió que se comprendiera en cualquier punto del mundo, nos dejó entrever un talento innato, que desde su estreno ha estado sobrado de aplausos. Es aquí cuando las capas se vuelven visibles y podemos reconocer a Yalitza Aparicio, a Cleo, y a la primera interpretando a la segunda.

 

Nos hicimos de pronto de una de las mejores figuras que ha entregado México al cine internacional, representando, sí, un papel cuyas vetas nos hacen cuestionar profundas huellas de las diferencias que han marcado a este país. Pero que, sin embargo, no se quedó ahí. Yalitza no fue Cleo y no la entendimos a partir de su personaje, sino que sus rupturas y replanteamientos nos han permitido ver más allá de lo evidente. Rehacer códigos no es sencillo y el perfil de Aparicio fue un aliciente pocas veces experimentado.

 

Después de Vanity Fair llegó el epítome del reconocimiento estético: Vogue. Por primera vez en la historia de la edición mexicana, la portada fue para una mujer que no ocultó ni maquilló sus rasgos indígenas. Los retratos de ese “orgullo mexicano” se enaltecieron. A la Frida Kahlo, a la María Félix, a la Angélica María. Pero bajita, morena y con abismal mirada negra. Estábamos siendo conscientes de la creación de un nuevo referente, de un antes y un después. De un momento en la historia visual mexicana donde, además, leíamos In tiu’n ntav’i, la traducción mixteca de “Una estrella ha nacido”. La validación (aunque no solicitada) fue explícita.

 

Y eso es lo que más se reconoce y aplaude de Yalitza: no le bastó una actuación monumental, una comprensión detallada de la realidad de miles de mujeres que tienen que enfrentar la pesadez de la desigualdad y el desdén. No. Su capacidad rebasó al personaje para entregarnos a una mujer completa que se planta con igual distinción en Londres y en Los Ángeles, en el New York Times y con Jimmy Kimmel.

 

A Yalitza Aparicio le debemos la reformulación de muchas de nuestras convicciones. Sabemos, gracias a ella, que nos estábamos limitando y que eso nos hacía daño. Hoy, como en ningún otro momento de la historia contemporánea de México, podemos reconocer las anomalías con las que se construye y se aprecia la belleza. Por lo que poco abona la obediencia perpetua a un modelo o a una regla.

 

Los pendientes son todavía cuantiosos. Sabemos que la separación entre Yalitza y un personaje que replica los estereotipos de las mujeres indígenas en México, si bien no fue fortuita, no es aún una constante reconocible. Lo que sigue es que la validación y el porte de quien se presenta como el nuevo referente se replique sin dudas o trabas. Que sean cada vez más las portadas que no cuestionen el origen o el tono de piel; que se diluya el reconocimiento monolítico para construir otras (y múltiples) maneras de que no haya jerarquías entre colores. Lo que sigue es que Yalitza ya no ocupe el papel de Cleo, sino que la realidad y el cine obedezcan a contar más historias que no estén limitadas a que los personajes vivan atados a una raza, a un género o a una clase social.

 

El primer paso ya lo dio Yalitza y lo que sigue es mantener la congruencia, pero sobre todo la apertura para facilitar y apreciar. Que Oaxaca y cualquier parte del mundo sea un retrato pertinente y pulcro.

 

Platiqué con la actriz sobre esto y sobre los retos y disfrutes de hacer Roma. Aquí algo de lo que Yalitza nos contó.

Cuéntanos cómo es Tlaxiaco, tu ciudad natal.

Tlaxiaco es maravilloso. Crecí y siempre he vivido ahí. Considero que todas las personas son muy amables, muy respetuosas; me encanta como se llevan entre sí. Aún es un lugar pequeño y cuando vas por la calle, toda la gente se saluda. Eso me encanta de mi ciudad.

 

¿Qué te llevó a elegir la docencia como primera profesión?

Elegí la docencia porque desde que recuerdo, es algo que me ha gustado. Me encanta convivir con los niños y siento que ellos tienen esa facilidad de aprender las cosas de una manera muy natural. Además cuentan con la inocencia de la edad, que les permite ir formándose con los aprendizajes de acuerdo a sus experiencias. Son esas razones que me llevaron a elegir esa profesión tan maravillosa.

 

Cuéntanos qué es lo que más te gusta y si hay algo que no te guste de ser mixteca.

Me encanta todo de ser mixteca. Estoy muy orgullosa de mis raíces, orgullosa de cómo es mi gente. Son personas muy alegres, siempre apoyándose mutuamente y es por ello que estoy tan feliz de haber nacido en la Mixteca y de haberme criado con su cultura. Aunque mi familia pertenece a dos culturas diferentes (triqui y mixteca), yo crecí y nací en Tlaxiaco, por lo que aprendí a amar todo lo que significa.

 

¿Y de ser mexicana?

Me encanta que tenemos una cultura tan diversa, tenemos tantos lugares maravillosos, cada persona tiene características diferentes que nos hacen ser únicos. Además de contar con una gastronomía tan grande y tan rica.

 

Durante el proceso de rodaje, ¿Cuarón te contaba de Libo? ¿Cómo fue que te apropiaste del personaje de Cleo?

Conocí a Libo un poco antes de comenzar el rodaje. Tuve la oportunidad de hablar con ella y también Alfonso me contó sobre su historia con ella. Pero, repito, esto fue antes de que comenzara el rodaje y no me contaron qué sucedería en la película.

 

¿Qué es lo que más admiras de Cleo y Sofía?

Lo que más admiro de Cleo y Sofía es la fortaleza que tienen como mujeres y el amor tan grande que tienen por la familia. El amor las ayuda a salir adelante.

 

¿Cuál es tu escena favorita de Roma? ¿Por qué?

Es cuando Cleo está arrullando a Sofi y que Sofi está también cantando esa canción de cuna en mixteco. Es algo muy bonito, porque se muestra cómo Cleo comparte su lengua materna con la niña que cuida y a quien quiere tanto como si fuera su propia hija.

 

¿Qué sigue para Yalitza después de Roma?

Es algo que me he estado preguntando en los últimos días. Esperaré a ver lo que pasa, pero sé que si llegara a presentarse la oportunidad de hacer otra película, sería algo maravilloso. Y si no, igual estaría feliz de regresar a dar clases, ya que es lo que siempre me ha gustado y para lo que me preparé.

 

¿Quién o quiénes son las personas más interesantes que has conocido últimamente?

Todas las personas que he conocido son muy interesantes. He tenido la oportunidad de ver que mucha gente en esta industria se ha esforzado mucho para llegar a donde está y es algo para admirarse.

 

Cuéntanos sobre algún momento inolvidable de los últimos meses.

El momento que nunca olvidaré fue en Venecia, cuando se presentó la película en el festival de cine. Fue la primera vez que estuve en una alfombra roja y no tenía idea de lo que tenía que hacer y era algo que me tenía muy nerviosa. Pero fue una experiencia maravillosa.