¿Qué disciplina te define más? ¿La danza o la fotografía?
Siempre he sido y siempre seré bailarín. Es algo que está dentro de mí y ha estado desde que era muy joven. Las tablas del piso en la cocina de mi madre comenzaron a crujir porque yo bailaba en ellas cuando era niño. Es instintivo.
¿Cómo terminaste viviendo en Bélgica?
Bélgica sucedió por mis circunstancias. Mi director es alguien cuyo trabajo he apreciado y seguido por muchos años. Trabajamos juntos por primera vez en 2015 cuando bailaba para una compañía en Los Ángeles. La experiencia fue increíble y nos mantuvimos en contacto. En 2017, cuando sentí que necesitaba un cambio, me acerqué a él y las cosas simplemente se acomodaron.
Tu trabajo fotográfico es muy corporal, supongo que por la relación que tienes con la danza. Aun así, la fotografía es estática, ¿qué te permite explorar esta técnica que la danza no?
Hay un cierto tipo de presión que sucede cuando eres bailarín: los nervios y todo eso. Cuando estoy detrás de un lente es una comodidad diferente. A veces es más fácil aprovechar esos instintos que tenía bailando en la cocina de mi madre, cuando tengo una cámara en la mano.
Defínete en tres palabras.
Nunca estoy satisfecho.
¿Qué te inspira?
La fragilidad.
¿Qué artistas o escuelas de pensamiento han influido en tu trabajo?
Guy Bourdin y Nan Goldin. Realmente cambiaron mi forma de entender la creación de imágenes.
¿Estás trabajando en algún logro profesional?
Quiero dedicarme por completo a hacer fotografías. Y me encantaría encontrar una agencia o una galería que me represente. También me muero por retratar a más músicos.
¿Y personal?
Mantenerme curioso.