La traducción de Sakanassi se apega al texto original, pero se toma las licencias suficientes para resultar divertida y cercana al público sin que se pierda el lirismo de Shakespeare. El conflicto de los amantes de Verona se presenta mediante diálogos accesibles, cuya carga poética a veces se siente atenuada por los movimientos y las intenciones en escena, que apelan al sentido del humor.
En este montaje, Romeo y Julieta son retratados no como el paradigma del enamoramiento sino como adolescentes un poco perdidos, contradictorios, tiernos, a menudo graciosos. En diversas interpretaciones de la obra hemos presenciado el idilio desde la solemnidad, pero en este espectáculo nos enfrentamos a dos niños tan caprichosos como vulnerables, y eso los vuelve tangibles.
La primera parte de esta puesta en escena es cómica. El propósito de hacer reír al público se cumple y se disfruta. Presenciamos ese primer encuentro entre los protagonistas sin el velo arquetípico al que estamos acostumbrados: vemos a un Romeo torpe y a una Julieta deseosa, que se aleja de la doncella inalcanzable. La puesta en escena planta cara a la perfección del enamoramiento legendario, y el famoso diálogo del primer beso se convierte en un juego inexperto, en que una niña y un niño se comen a besos con urgencia.
Después del intermedio, la segunda parte de la obra sienta las bases para el desenlace, ofrece la carga trágica del montaje. El trabajo de los actores sigue coqueteando con la comicidad, pero los hechos narrados comienzan a acercarse al destino fatal que ya conocemos y esperamos.