“Recuerdo que de niña dibujaba casas y minipueblos” dice Alina Muressan, a quien conocí hace un par de años (quizá más) recién llegada a la Ciudad de México. Ahí supe que era una ilustradora que, antes de ser una nueva migrante en el ex Distrito Federal, ya había sido migrante en su otra patria: España. Alina llegó a vivir a Madrid a los trece años, proveniente de Rumania.
En un encuentro posterior, en una reunión en su casa, pude ver los bocetos de lo que sería su proyecto, si no el más grande, sí el más espeso y apabullante: “Caos mágico”, una serie de ilustraciones en gran formato, a propósito de las diez de las dieciséis delegaciones que dividen el extenso territorio de la capital mexicana. El proceso de conceptualización arranca con documentos: Alina leyó alrededor de tres libros de historia antes de emprender la travesía. “Una vez que entendí cómo se organizaba la ciudad, lo primero que hice fue hacer un mapa”, me cuenta sobre la génesis de la idea y el posterior hallazgo del recurso del que echaría mano para llevarla a cabo: la yuxtaposición y el juego de perspectivas. “Así fue como comencé a construir”, agrega, y me parece fascinante que use ese verbo, porque entonces se confirma mi hipótesis: es una arquitecta de la miniatura en un universo bidimensional.
Reducir con total realismo la materialidad cotidiana es la principal obsesión del miniaturista, pero ¿cómo cabe una delegación en un tablón blanco de madera? ¿Cómo se comprime la historia arquitectónica de una de las aglomeraciones urbanas más grandes del mundo?