Diego Luna
Por Lety Sahagún
Fotografía: Ashley Frangie
Estilismo: The Fancy Archive, Lorena Murat, Mariana Martín del Campo, Pamela González de Haro
Grooming: Alejandro Campos
Asistente de fotografía: Juan Ignacio Alarcón
Diego es difícil de describir, no sé explicarlo. Está en su mirada, en su andar, en su forma de hablar, en el amor por las cosas ordinarias de la vida. Ese brillo en sus ojos cuando habla de las cosas que lo mueven. Es ese algo que me hace, no solo a mí sino también a los mexicanos en general, sentirlo cercano, como uno más de nosotros, sin importar que sea parte de la meca del cine: para los todos sigue siendo Diego Luna. Decía Gareth Edwards, el director que eligió a Diego para protagonizar Star Wars Rogue One, que lo buscó porque necesitaba actores que conectaran y se mimetizaran con el público, un poco para recordarnos que no todas las grandes estrellas de Hollywood pertenecen al Olimpo, que la verdadera magia surge cuando nos sentimos identificados con quien interpreta un papel en la pantalla grande.
Sin tapujos, Diego habla con la misma facilidad del partido de los Pumas del fin de semana, que de sus miedos o de los problemas que resquebrajan a nuestro país. Dice que le hubiera encantado ir a la universidad, pero las enseñanzas fuera del aula han sido vastas y enriquecedoras. El resultado es un hombre despierto, que se cuestiona a sí mismo y a la realidad que lo rodea, y que sobre todo explora a diario su libertad. Así es Diego, alguien que asume los desafíos conforme se van presentando, que no cree en el ruido de afuera. Nunca buscó la fama ni se obsesiona con ella, sabe que esas cosas van y vienen, pero nunca se quedan. Quizá por eso todo se le ha dado mejor que si él mismo lo hubiera planeado. Aquí no hay mitos ni trucos, ni mucho menos un golpe de suerte. Se trata de un hombre de carne y hueso, apasionado hasta los huesos por lo que hace, lleno de carisma y talento, que trabaja duro, con unas ganas inconmensurables de seguir creciendo sin olvidarse de sus raíces, de los suyos, de quién era antes de tener los reflectores enfrente y quién quiere ser una vez que estos dejen de apuntarlo.
¿Quién es Diego Luna?
Soy yo básicamente, me cuesta hablar de mí. Soy papá de Jerónimo y de Fiona, hijo de Alejandro. Me gusta hacer cine y me gusta vivir en México. Me gusta contar historias y me gusta escuchar historias. Siempre he sido muy curioso de las historias de otros, por eso me gustan el teatro y el cine. Me gusta lo que hago porque fui público desde muy chiquito.
Leí que, aunque poco convencional, tuviste una niñez y una adolescencia muy ricas en experiencias, llenas de magia, muy cerca de tu papá. Habrá sido rico crecer así.
Pues sí, yo lo vi como muy positivo. Quizá ahora a la distancia y tendiendo hijos me cuestiono cosas y digo “ay, cabrón, ¿eso estuvo bien o mal?”. Pero no hay bien ni mal, te toca lo que se puede y a mí me tocó una infancia rodeada de adultos, al punto de que empecé a vivir como adulto desde muy chiquito. Luego hice una película sobre eso. Abel es una película que trata sobre un niño que se cree adulto. Eso me pasó a mí de chavillo: para estar más con mi papá y asegurarme de tenerlo cerca, empecé a jugar un rol que a lo mejor no me correspondía, pero que sí me dejó ver y vivir cosas padrísimas.
Decías que no pensaste el éxito ni lo buscaste como tal y por eso a lo mejor llegó tan avasallador. ¿Qué es lo más difícil de estar en lo alto?
Es difícil responder. La ventaja de esta carrera es que siempre se puede ir escalando. Siempre te vas a caer, pero siempre hay chance de seguir avanzando, de reinventarse. Yo veo dos cosas diferentes. Una cosa es la fama, que hace mucho daño y es muy peligrosa; quizá fue lo que primero llegó a mi vida de chavito cuando hacía televisión. Y después, el reconocimiento, que es fruto de tu trabajo, te llega en el momento ideal, cuando lo necesitas y estás listo. La fama llega de golpe y te vuelve medio loco. Así como llega se va, porque tú importas muy poco. El fenómeno es lo que vale y la gente quiere revivir el fenómeno una y otra vez, el fenómeno de la novedad. En cambio el reconocimiento llega en el momento justo, a darte energía para seguir, para inspirarte. Ese a mí me llegó a tiempo en esta etapa de mi vida y llegó con una libertad que aprecio mucho.
Y sabiendo también dónde estás parado, ¿no?
Sí… y sobre todo sabiendo dónde no quiero estar parado.
Hay momentos de una carrera en que se materializan los sueños. Si regresaras en el tiempo y le platicaras al Diego de ocho o diez años lo que iba a pasar después, ¿te lo creería? ¿Sientes que Star Wars fue ese momento para ti?
Sí me pasó mucho tiempo eso que planteas. Me pasó en el rodaje y en el estreno, porque iba viviendo desde adentro la experiencia del público de reconectar con Star Wars, con este universo. Nuestra película es mucho un homenaje a esas primeras películas que yo vi, con las que me enamoré, a esa generación ochentera, a la cual yo pertenezco, que se reconectaba con su infancia de esa forma. Me tocó vivirlo desde adentro y era muy emocionante ver lo que significaba para el público, porque para mí significaba lo mismo. Como decir: “si no estuviera de este lado, estaría ahí enfrente, sería uno de esos emocionados que gritan y aplauden con su boleto para ver la función de medianoche”. Esta es muy especial porque conecta con esa génesis que a mí me marcó de chavillo. En el rodaje me pasaba a veces que se me olvidaba que estaba trabajando, y me sentía simplemente emocionado viendo ese mundo que le hacía un homenaje al cine de finales de los 70. Todo es construido, los droides se mueven. Yo decía “no puede ser”, era como estar jugando en la sala de mi casa. El cine ya dejó de ser eso, ahora es un screen verde y las películas se hacen en computadora. Esta no, esta es como una obra de teatro, estábamos adentro y estábamos verdaderamente adentro.
Lo más interesante de esta película es la celebración de la diversidad cultural, racial, en un momento tan crítico, en el que lo único que parece que resalta son las diferencias. ¿Cómo contrarrestar eso?
Se contrarresta con la educación. Hoy la educación no es una prioridad, está relacionada con un estatus. Educación, paciencia y entendimiento. Lo que pasó claramente en Estados Unidos es que se generó una desconexión. Hay gente a la que le caigo medio gordo, pero pienso que hubo una arrogancia muy fuerte del lado liberal: se dejó de ver a todo un sector que no se sentía representado, entendido, comprendido por este otro sector, y esa fractura generó lo que hoy se está viviendo. Se nos olvidó que todos somos parte de algo más grande. Nos acomodamos en nuestro nicho y creo que hay que salir de ahí y encontrarse con los demás. Hay que ser pacientes y buscar el entendimiento. A nosotros desde México nos corresponde estar muy preocupados por toda esa comunidad que vive en una profunda incertidumbre de no saber lo que le va a pasar. No es más que miedo, de parte de los mexicanos y miedo de los que nos rechazan… Es un miedo bien fundado. Cuando vas allá te das cuenta de que ese rechazo no es tan categórico como el que plantea Donald Trump. En muchos lugares ha habido reacciones muy positivas y de apoyo. Desde aquí nos corresponde constantemente mandar un mensaje de que estamos con esa parte de la población que hoy no puede salir a manifestarse. Les arrancaron la voz, los silenciaron y nos corresponde darles voz. Hoy vivimos en un mundo donde sí se puede generar presión. Donde la voz pesa. Hay una empatía con México por la cual no hicimos mucho ¿eh? De hecho no hicimos nada, somos un país que piensa muy poco en el exterior. Nos importan muy poco Latinoamérica o Europa. Basta con abrir un periódico de México y ver cuántas páginas tiene la sección internacional comparada con deportes o artes o entretenimiento. Nos vale un poco madres lo que pase en el resto del mundo. Este es el momento de cambiar eso, de ir y contar nuestra historia afuera, escuchar la de otros y empezar a buscar ecos en otros lados. Hemos dependido de Estados Unidos toda la vida.
¿Qué es para ti México?
Mis historias de amor, mi familia, mis referentes, la comida que más me gusta, el lugar en el que más cómodo me siento. También el lugar que más me preocupa.
Claro, es el lugar donde crecen tus hijos.
Es un país al que le urge un cambio radical, nos estamos autodestruyendo muy rápido y nos estamos acostumbrando a cosas a las que no deberíamos acostumbrarnos: a niveles de violencia brutales, a niveles de desigualdad e impunidad que ya damos por hecho. Deberíamos entender que nos merecemos algo mejor.
Y no solo entenderlo, sino hacer algo al respecto.
Claro, cuando entendamos que nos merecemos algo mejor, no vamos a aceptar esta realidad. El problema es que la aceptamos. La desigualdad es así: los protegidos, los que viven en esa élite no están dispuestos a dejar ir nada. A mí me shockea mucho que los ricos puedan manejar por estos cinturones de pobreza y no les pase nada, que no sientan nada. Nos estamos acostumbrando a esos niveles y estamos aceptando la corrupción. Urge que entendamos que las cosas pueden cambiar. Que si le cambia la vida al de enfrente, nos va a hacer bien, que nuestros vecinos son tan importantes como nosotros.
¿Hablando de tu profesión, llegaste a un punto en tu carrera en el que tienes más libertad profesional. Puedes escoger entre crear, dirigir o actuar… teatro, cine, tele. ¿Qué te mueve, qué te hace escoger un proyecto por encima de otro?
Generalmente que lo que esté contando tenga que ver con lo que me preocupa. Que haya una conexión directa, por eso empecé a dirigir, porque es muy difícil encontrar esa conexión. No es que un proyecto que te llega a la mesa no sea interesante, es que hay que encontrar la conexión personal… es bien importante. Por mucho tiempo actuar fue aprender y aprender, pero de repente sí empiezas a pensar que ya quieres contar tu propia historia. Es muy difícil como actor hacer eso, es muy peligroso. Quienes tratan de imponer su punto de vista desde la posición del actor acaban volviéndose una pesadilla para cualquiera. Es el problema de Hollywood: hay demasiado poder.
¿Y ego?
Lo que haces con el poder depende de qué tan ególatra seas. El actor no debería tener tanto poder porque el punto de vista es del director, él es quien decide desde la narración y la historia. A mí lo que me pasó fue muy valioso. Me empecé a dar cuenta de que estaba tratando de imponer mi punto de vista y dije: “no le voy a hacer esto a nadie, mejor cuento mis propias historias”. Y desde entonces, según yo, me he vuelto no sé si mejor actor, pero menos pesado para los que me contratan y eso ha estado padre. Eso viene del teatro, yo creo que por eso en este país hay tan buenos actores. En el teatro te puedes generar tu propio trabajo. Así empezó el teatro, en plazas públicas, no existían los directores. Eran actores que se ponían en un banquito, se paraban y empezaban a contar historias. Por eso cuando los actores dicen que es muy difícil y que no hay trabajo, yo les digo que se abran sus oportunidades, que cuenten sus historias. La forma del monólogo es lo más sencillo de hacer, basta con que haya dos personas frente a ti para que suceda.
La fortuna de tu profesión es que te toca vivir varias vidas en una sola. Puedes trascender, mudar piel, vivir otros sentimientos. ¿Cómo es para ti el enriquecerte de otras vidas?
No siento que sea vivir muchas vidas, sino que simplemente es un juego de imaginación. Nada se compara con salir a la calle y que te pasen cosas. El cine aliena a los actores del público y si tú no sales a contar las historias afuera, donde están pasando, se te olvida de qué estas hablando, se te olvida de qué se trata el mundo. Esas son la mayoría de las películas que te sientas a ver y dices “mmm, ok”. Yo cada vez estoy más emocionado con las películas en las que la línea entre la realidad y ficción no está bien definida, y de repente hay actores que no son actores sino que son los personajes y se confrontan con un actor y pasan cosas muy interesantes. Cuando los actores tienen ese apetito y esa curiosidad por salir a ver qué está pasando afuera, entonces sí que la vida empieza a enriquecerse. Dices “ah, cabrón, qué interesante”. No se trata de ti, se trata de los demás. Para mí ha sido muy importante entender esa parte de la concepción de mi profesión, que no se trata de entender lo que me pasa a mí, se trata de lo que les pasa a otros y te cuentan, de cómo eso me afecta y me permite hacer algo distinto.
Has dicho que agradeces a Cuarón, Del Toro e Iñárritu, etcétera, que abrieron las puertas para los mexicanos. Tú y Gael han hecho eso para otros. Han ido abriendo caminos que estaban cerrados para los mexicanos en Hollywood.
Yo diría que hemos sido muy afortunados. Cuarón, Iñárritu, Del Toro, Reygadas, son unos chingones, pero también son muy afortunados de vivir en el momento que les tocó vivir. Siempre ha habido gente talentosa, no es que de un día para otro haya empezado a nacer gente muy talentosa: es que el mundo está cambiando. Nos tocó vivir en un momento en el que las fronteras fueron más fáciles de brincar. El cine empezó a ser más universal; la frontera o el idioma dejaron de definir el mercado. El mercado se volvió el mundo. Yo de chavito tenía que esperar a que la Cineteca o el Cineclub de la unam, o el que estaba cerca de mi casa, proyectaran algo de un director interesante para ir a verlo. Hoy te metes a internet y encuentras al director que quieras, de cualquier parte del mundo y su cine te afecta y por ende haces algo distinto. Nos tocó vivir en otra época, una época que nos permite viajar con nuestro trabajo de esta forma. Los que hacían cine en los 70 y 80 en este país eran muy talentosos, pero eran otros tiempos, otras herramientas.
¿Cuándo te sientes más libre?
Cuando estoy en mi casa, en la cocina de mi casa, ja ja.
¿Qué le dirías al Diego de hace veinte años?
Acaba la escuela, ve a la universidad, estudia otra cosa, todavía hay tiempo, el tiempo no se acaba. Uno siempre quiere lo que no tiene: yo no tengo una generación. Mi generación somos cinco o seis amigos que empezamos a actuar de chavillos. Mi mejor amigo tiene diez años más que yo, mi compadre veinte años más que yo. No crecí con un grupo de gente de mi edad a quien después encontrara profesionalmente, no alimenté una amistad que me acompañara desde entonces. La gente que me rodea está muy definida por los proyectos que fui haciendo. Eso tiene sus pros y sus contras, y a veces veo para atrás y digo “qué rico hubiera sido echarme unos cinco añitos en una universidad para explorar”. A mí no me tocó explorar mucho, me tocó trabajar. Las consecuencias de mis decisiones eran muy definitivas y lo bueno de la escuela es que puedes explorar, es justo el momento para la prueba y el error.
¿Qué les quieres dejar a tus hijos?
Libertad de escoger dónde quieren estar, de lo que quieran hacer. Que decidan de qué quieren que vaya su vida.
¿A dónde quieres llegar? ¿Con qué sueñas?
¿Con qué sueño? No sé, estoy en un momento en que me cuesta definirme. A veces sueño con hacer teatro hasta el último de mis días. A veces sueño con vivir en un rancho y criar animales, tener un huertito y cocinar, ya lo que me quedó claro es que no voy a ser futbolista, ja ja ja. Ya no me queda mucho tiempo, no sé…