En el elenco vemos dominio y apropiación del libreto, complicidad, expresión corporal, movimiento, una constante comunicación sobre las tablas y hacia el público. El discurrir continuo, a menudo incómodo, de las voces mentales del protagonista (Karla Constantini, Coralia Manterola, José Jaime Argote y Paloma Domínguez), nos habla de la ansiedad y la desesperación de Raskólnikov (Mauricio Cedeño), pero también del ensimismamiento que lo lleva a matar y a relacionar su crimen con la salvación simbólica de la humanidad.
Raskólnikov no tiene en este montaje un mejor amigo sino una mejor amiga, Olga (Paloma Domínguez), quien reflexiona con precisión sobre el crimen pero no llega a detectar el delito de Raskólnikov, tal vez a causa del cariño que siente por él. El personaje en cambio subestima una y otra vez las cavilaciones de su amiga; dicha conducta habla del ego masculino, de la ambición de trascendencia y la convicción de ser extraordinario.
A lo largo de la obra persiste una confrontación entre el interior y el exterior del protagonista: las voces de su cabeza frente a las de quienes lo rodean, la justicia según sus pensamientos y la que que rige a las autoridades (José Jaime Argote, Coralia Manterola); el empecinamiento o la soberbia superados por la salvación que propone Sonia (Karla Constantini), a través del amor y el reconocimiento de la falta; la tentación de impunidad y la detención de Nikolái (José Alberto Sigala), un pintor inocente que, sin saberlo, es uno de los componentes más irónicos en la historia de Raskólnikov.