Ilse Salas

Por José Acévez
Fotografía / Manuel Zúñiga
Dirección de arte / Jorge Medina
Estilismo / Ruth Buendía
Asistencia e iluminación / Jaír Franco
Maquillaje / Davo Sthebane para Givenchy Beauty
Peinado / Luis Gil
Locación / Aldo Chaparro Studio

La presencia de Ilse Salas es arrobadora: su voz es contundente y abarca cada hueco de los espacios que ocupa. Su claridad y pasión son suficientes para entablar todo un tejido de emociones, saberes y certezas que se ven plasmados en cada uno de sus personajes. Personajes complejas que casi siempre oscilan en una dualidad: son simples en apariencia pero con una profundidad que se va expandiendo a pasos sutiles (como sus protagónicos en Las niñas bien o Colosio) o, por el contrario, atormentadas en los primeros instantes pero cuyos conflictos se resuelven desde lo afable (así sus papeles en Güeros o Sabrás qué hacer conmigo). Y observar ese vaivén en pantalla es un deleite.

 

A Ilse la mueve el oficio actoral: un oficio que reside en la disciplina, en el tiempo, en la comprensión del texto, en la exploración de las entrañas, las formas y los matices de sus personajes. La mueve, también, el deseo de un país más justo, una industria más entera, futuros más sororos y la posibilidad de que su trabajo aporte a todos esos ideales. Y esta conversación es testigo de ello. Una conversación amplia donde la premisa fue la honestidad y el compromiso. Sirva esta entrevista para reconocer a uno de los mayores talentos en la actuación mexicana. Una voz que, además, se ha sumado en la lucha por hacer de nuestro país un espacio más habitable. Sin duda un banquete para el décimo aniversario de Cream.

Me parece una coincidencia muy linda que seas la portada posterior a Tenoch Huerta, ya que pareciera que queremos completar el catálogo de protagonistas de Güeros, una película que en lo personal me significa mucho, pero que también tengo la certeza de su particular impacto en mi generación. Así que inicio la entrevista con la misma pregunta: ¿qué significó el papel de Ana en tu carrera? ¿Cuál es desde tu perspectiva el principal aporte de la película a los referentes estéticos y políticos del México de inicios de siglo XXI?

Yo feliz de coincidir con Tenoch en todo, es un actor y un amigo que quiero muchísimo. Pensando en Güeros, para mí fue una película muy importante, como actriz y como persona. Fue un proyecto familiar que, como hemos dicho muchas veces, lo hicimos con mucho amor fraternal y que me sigue conmoviendo. Ahora con las redes sociales se ha agudizado el linchamiento a quienes no toman una postura radical y siento que para los muy jóvenes esto supone una presión social muy grande, que si bien tiene sentido y todos aspiramos a tener posturas radicales, pertenecer a un grupo y tener claro lo que queremos, es muy difícil estar tan seguro cuando eres joven. Güeros es una película que más allá de su belleza cinematográfica, habla del pánico que sentimos cuando no sabemos qué postura tomar; del terror de no saber a dónde pertenecemos y qué es lo que se supone que deberíamos de hacer, de pensar… ese estado en el que somos tan vulnerables y que en la juventud es todavía más poderoso. Por lo tanto, aquí nuestro protagonista que es Tomás, al buscar a Epigmenio Cruz —esta figura que supone tantas cosas en su vida: su pasado, su identidad, la figura paterna— y estarse buscando a él mismo, ya está cometiendo un acto revolucionario. Muchas veces esto no se aprecia, queremos que los demás abanderen posturas políticas súper poderosas cuando en realidad, a veces, el primer paso que debe dar es encontrarse a sí mismo. Güeros habla sobre este periodo de la juventud perdida donde se nos lincha cuando no sabemos qué postura tomar, quiénes somos y hacia dónde vamos… que es además lo más común del mundo. Es una película que puedo volver a ver una y otra vez, que me encanta y dice muchas cosas, siempre algo distinto y me siento sumamente afortunada de haber podido ser parte de esa historia. 

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Por otra parte, también protagonizaste Las niñas bien, una de las películas más emblemáticas de las décadas recientes para el cine mexicano y, sin duda, un referente generacional, que además te dio el Ariel. ¿Qué implicó interpretar a Sofía de Garay?
Es una película muy importante para mí, casi siempre cuando son importantes en tu carrera, son importantes emocional e individualmente. Significó la oportunidad de trabajar con Alejandra Márquez Abella a quien considero muy importante y brillante, ya que le pudo dar la vuelta a una historia y crónicas muy famosas que bien pudieron convertirse en una comedia ligera. Siempre dijimos que queríamos alejarnos de ahí lo más posible porque uno de los tantos problemas que tenemos en México como sociedad es que nos hemos reído del clasismo como si fuera una cosa menor. Volviendo a la pregunta anterior, también Güeros tiene una postura clara: hablar de clasismo en un país como México y cuán arraigado está. Hacer a Sofía de Garay fue como voltear a ver mis propios privilegios, mi clasismo escondido y otro no tan escondido, confrontar esos dolores porque duele mucho darte cuenta de que has crecido en una cultura así. Interpretar a Sofía fue confrontar esos propios defectos y dolores; darte cuenta de que eres clasista y que has sido privilegiada por tu color de piel, ni siquiera por tu estatus socioeconómico, te confronta muy profundamente. Alejandra hizo un gran trabajo al retratar a una mujer que podríamos despreciar de primera. Cuando leí el papel me pregunté: ¿cómo le voy a hacer para que no la odien y se salgan del cine a los diez minutos? Lo que trabajamos mucho fue en indagar en esa vulnerabilidad que tenemos todos, independientemente de si tienes una casa en Las Lomas o en cualquier barrio bajo de la ciudad. Todos tenemos esos puntos frágiles. 

¿En algún momento dialogaste con Guadalupe Loaeza para construir el personaje? ¿Cómo fue trabajar con Alejandra Márquez Abella?
Hablé mucho con Guadalupe, a pesar de que no tuvo ninguna injerencia en el guion y vio la película ya terminada, solamente se apareció a saludar el último día en el set. Yo estuve en contacto con ella para entender bien su mundo, porque soy de una clase social media, de la poca que queda o quedaba, y jamás viví ese tamaño de lujos y una vida como la de estas mujeres. Me acerqué a Guadalupe para entender bien sus códigos, los códigos entre las mujeres de aquella época, desde las cosas más formales: cómo se vestían, cómo se sentaban, de qué hablaban, qué estudiaban… hasta intimidades: qué les provocaba la competencia entre ellas, perder estatus, perder dinero, la crisis de ese entonces. Pasaron muchas cosas, me contaba, por ejemplo, la cantidad de suicidios que había de empresarios y de gente de poder y que no se decía, pues de repente todo mundo empezaba a morir de infartos repentinos. Me acerqué a Guadalupe porque es un mundo totalmente desconocido; intuía que existía, pero a esas mansiones de Las Lomas yo solo he ido cuando me ha tocado filmar ahí. Trabajar con Ale fue súper enriquecedor. Tuvimos una conexión muy profunda y logramos hacer un rodaje, un poco sin querer, sumamente feminista, donde yo amamantaba a mi bebé que tenía cinco meses, había muchas mujeres ocupando puestos desde técnicos hasta creativos: una productora, la directora de fotografía… Eran largas conversaciones en los sets del mundo femenino y se convirtió en un microcosmos feminista que funcionó muy bien. Y ese fue el punto de partida para crear muchas cosas y abrir la puerta para seguir creando proyectos a futuro.

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Personalmente, interpreto la película como una exploración sobre los huecos, calamidades y formas de ostentar el poder de las élites mexicanas. Pero también hay un componente de género, lo que le da un punto de vista muy particular, poco tratado en México. En ese sentido, ¿dirías que Las niñas bien es una película feminista? ¿Cuál sería su principal aporte?
Sí es una película feminista ya que todo gira alrededor de los personajes femeninos y de su punto de vista. El punto de vista es de una directora mujer quien además escribió el guion, y quien hizo la fotografía, también es mujer. Vemos un lenguaje común que sí es un mundo femenino —con todo lo que eso puede implicar (¿qué es femenino y qué es masculino?, ¿de dónde viene?). Yo creo que es claro que aquí priorizamos el punto de vista de las mujeres. Incluso era muy gracioso que sobre el personaje de Flavio Medina decían los hombres: “está muy reducido el personaje, está muy chiquito y muy vulnerable”, a lo que les decíamos: “bienvenidos a la historia de las mujeres, porque así nos han hecho aparecer en infinidad de películas, un elemento que aparece frágil y vulnerable siempre”. 

La dinámica se convirtió en un mundo femenino que buscaba que estuviéramos muy a la par todas, y una complicidad muy profunda y muy hermosa, porque la mayoría, además, somos madres: Johanna Murillo embarazada, yo amamantando, Ale con su hijo y Dariela Ludlow con sus dos hijos, había niños en el set, nos procurábamos mucho, había cuidado ahí y eso nos significó mucho a todas y todos. Fue una película que nos dio la oportunidad de ir creando mundos que queremos seguir construyendo y dijimos: “¿por qué no funcionan así siempre las películas?”. Si en realidad no es tan difícil estar a la par hombres y mujeres. Sí es una película feminista porque, además, hacerla como la hicimos la convirtió en una postura.

¿Crees que está ocurriendo una ola de cine hecho por mujeres mexicanas que pauta la calidad de las producciones?, ¿te ves en algún punto escribiendo, dirigiendo o produciendo?
Hay una ola feminista sucediendo mundialmente, no sé si es la cuarta, la quinta; pero sin duda hay un tema ahí que se está cuestionando económica, política y socialmente. Las mujeres nos estamos abriendo paso, cada vez más unidas y es muy emocionante ver que hacemos que las cosas vayan cambiando. Y aunque falta mucho camino por recorrer, lo estamos recorriendo. El cine no es la excepción, yo cada vez veo más mujeres defendiendo sus proyectos: escribiéndolos, dirigiéndolos, fotografiándolos. Es muy emocionante ver historias —no quiere decir que los hombres estén anulados— donde el punto de vista es de las mujeres, abordando distintos géneros. A mí, por ejemplo, me tocó hacer Colosio, que es una serie de televisión que dirigieron Hiromi Kamata y Natalia Beristáin como thriller policiaco, con lo que se están rompiendo esos prejuicios de qué tipo de historias dirigen las mujeres. Dirigen cualquier tipo de historia porque las mujeres habitamos el mismo mundo que ustedes los hombres. No me veo produciendo; ahora con Ale Márquez estoy detrás de un proyecto de una serie como creativa y productora, pero no sé si es lo que más me gusta. Tampoco dirigiendo. Me gusta mucho actuar, me gusta mucho estar en la parte creativa de los proyectos, estar detrás en la creación. Pero todavía no aprendo cómo llevarlos a cabo; soy muy mala con los dineros, entonces producir me estresa. Pero sí tengo otros intereses creativos que van más allá de la actuación y que sí espero ir desarrollando cada vez más, y con el tiempo ir aprendiendo.

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Tu trabajo en televisión ha sido constante y versátil, ¿existe alguna metodología para pasar de Diana Laura a Constanza Franco de un año a otro? ¿Ese es el quid de la actuación como oficio?
Mis decisiones laborales han sido todas muy intuitivas. Nunca he tenido un proyecto de carrera donde diga: “ahora tengo que llegar aquí y me toca hacer una serie, y luego irme a algo mayor”. Me lo cuestiono y tengo una relación cercana con mi manager, para decidir a qué decimos que sí y a qué no. Pero siempre es muy intuitivo. Por ejemplo, la decisión de hacer 100 días para enamorarnos la tomé después de hacer dos trabajos muy intensos —una película en Panamá, un drama que implicó mucho trabajo a profundidad, y antes de eso Medea— por lo que emocionalmente estaba un poco cansada y tenía mucha ganas de hacer algo ligero, algo cómico, y me pareció muy divertida la idea de llevar a televisión abierta (porque así se estrenó en Estados Unidos) temas que generalmente no se tocan en este formato, como la homosexualidad, la liberación de las mujeres, esa libertad sexual que tenemos Mariana Treviño y yo como personajes en la serie, y la carpeta de tantos temas tabús en ese tipo de televisión. Se me antojó abordarlo de esa manera, con comedia, trabajando con Erick Elías, gran amigo mío, con Mariana y con Andrés Almeida, eran muchos puntos de diversión. No se parecía a otros proyectos que había elegido antes pero la verdad no me importó, dije: “bueno, no siempre tengo que hacer cosas serias”. No me equivoqué en la intuición, me dio muchas otras cosas muy bonitas, me abrió a un público más popular, más cálido y agradezco mucho que me haya llegado ese proyecto a las manos. La versatilidad en la carrera de cualquiera depende de lo que quiera cada quien. Yo soy una persona que de repente trabaja mucho y luego me desaparezco y espero que así siga siendo, porque a veces me canso y paro y puedo, ahora, darme el lujo de rechazar trabajos, algo que no es muy común cuando estás empezando porque tienes que pagar la renta y buscar desesperada el siguiente proyecto. De repente, unos diez o doce años después ya te puedes dar esos pequeños lujos. Ahora vengo de un descanso de siete meses donde dije: “pararé”. Y solo procuro hacer lo que realmente me emociona, dependiendo el momento en el que me encuentre.

Cuéntanos qué veremos en tu nuevo proyecto sobre reinas de belleza.
El siguiente proyecto de televisión que voy a hacer habla de los concursos de belleza, particularmente de México en los ochenta. Estoy muy feliz, me hace mucha ilusión, porque es un tema que me atañe un montón. Sí, soy una feminista y tengo la suerte de tener posturas claras al respecto, y creo que esta oda y veneración al cuerpo de la mujer desde el punto de vista masculino nos ha hecho muchísimo daño como sociedad. Los concursos de belleza son la analogía más grande de lo que vivimos como sociedad hablando del patriarcado y del machismo puro y duro. Una bola de güeyes decidiendo quién es la más bella, ¡¿cómo para qué?! ¡¿Según quién?! Las mujeres sometidas absolutamente al mundo del poder masculino tratando a toda costa de darles gusto siendo un objeto. La verdad es que a mí me apasiona abordar ese planteamiento, estoy muy feliz. Me llena de coraje ver videos de la explotación de las mujeres, de su belleza, de su cuerpo, de su sexualidad y cuánto lo hemos normalizado. Ahora nos parecen un escándalo cosas que pasaban, pero que pasaban hace diez, cinco, dos años y ya cuestionamos, y nos escandalizamos y lo ponemos en redes sociales; pero hemos vivido con eso normalizado toda la historia contemporánea y occidental. Me intriga. Estoy muy emocionada. Estoy muy furiosa, con muchas cosas que estoy investigando. Es un proyecto además que dirigen mujeres casi en su mayoría y con una visión muy particular, muy inteligentes, muy chida y que me hincha el corazón, porque sigo trabajando con directoras mujeres y realmente es muy emocionante; me doy cuenta de que hace diez años no les pasaba a mis compañeras actrices y ahora sí. Del historial que tengo, ahora lo componen en su mayoría mujeres que me han dirigido y eso me da muchísimo orgullo. Me toca hacer un papel difícil porque es una mujer que es parte del problema y que no sabe cómo salir de ahí. No quiero revelar mucho de la historia; pero hablaremos de los concursos de belleza que hubo en México en los ochenta y todo, la política, el poder, el sometimiento al patriarcado. Un tema que me apasiona.

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Supe por ahí que ya empiezas a ser reconocida como la reina de los 80, ¿qué opinión te merece el nombramiento?
Creo que no sé si soy la reina pero sí soy muy ochentera. Me ha tocado hacer muchas cosas de la década y me encanta. Podría usar hombreras siempre. Es una década bien interesante porque yo fui niña en los ochenta, nací en 1981, entonces tengo recuerdos muy vívidos de la década pero no entendía nada. Me encanta que ahora con mi edad esté entendiendo lo que pasaba con mi mamá, con mi familia, mi escuela. Decir: “¡claro, vengo de ahí!”, y está cabrón, hacíamos muchas cosas muy mal en los ochenta, aunque otras no tanto. Y, bueno, la estética de los ochenta realmente me apasiona, soy muy amiga de las lentejuelas y la hombrera.

¿Hacer cine, hacer teatro o hacer televisión? ¿En qué se diferencian?
Me gustan mucho todos, mientras sean buenos proyectos, todos tienen lo suyo. Quizá el teatro como actriz es el que más disfruto porque es el que requiere más disciplina y el que me da más tiempo para construir los personajes. Me considero una persona que necesita su tiempo para hacer las cosas. Me da mucho miedo hacer tele porque no tenemos mucho tiempo y siento que no me sale muy bien; necesito más tiempo de lo que la tele me da. Puedes ir desarrollando tus habilidades, el colmillo, pero siempre me quedo con ganas de haber tenido más tiempo para reflexionar sobre el texto, las escenas, el personaje y pues no hay, que en el teatro sí. Sin embargo, en el teatro llegas a muchas menos personas y puedes contar historias para menos gente, que también tiene su encanto. El teatro es mi verdadera pasión, mi oficio. Las películas que más amo haber hecho, que ya mencioné, son en las que tuve mucho tiempo para construir el personaje muy de la mano de la o el director. Con Güeros ensayamos mucho tiempo, trabajé mucho tiempo. Igual con Las niñas bien y Sabrás. Eso me dio la posibilidad de estar más segura en el set. Por lo tanto, entre la televisión y el teatro está el cine, que es un híbrido bastante chido que me permite tener más tiempo que en la tele; aunque no siempre, pero sí un lenguaje más cuidado. Todos me gustan y creo profundamente que a mí lo que me funciona es el famoso “campechaneo”, hacer teatro, luego me canso y hago tele, luego me cae una película bien chida y así es cómo se han dado las cosas y funciono

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Recientemente en Jalisco se aprobó una ley para facilitar las producciones cinematográficas en la entidad. ¿Quedará esto como un esfuerzo aislado? ¿Hay presente o futuro para la actuación y las producciones de calidad fuera de la Ciudad de México?
No conozco bien el asunto de las leyes. Pero me parece que uno de los grandes errores de este gobierno, por ejemplo con su proyecto Chapultepec, sigue siendo centralizar el arte y la cultura, y me parece un grave error. El hecho de que hayan trasladado la Secretaría de Cultura a Tlaxcala no ha supuesto ningún cambio. Hay mucho en México que ver y a medida que tengamos más estímulos vamos a salir más de la capital y creo que vale mucho la pena. Hay grandes talentos fuera de la Ciudad de México a los que hay que llegar y es muy feo que nos veamos obligados a vivir en la Ciudad para poder vivir de esto. No sé si la cultura en este país se va a descentralizar, pero ojalá. Estamos viviendo una época de crisis total: las ciencias, el arte y la cultura en este país y en el mundo entero se han visto muy afectadas por la pandemia y ojalá salgamos a flote. No tengo idea de qué va a pasar con el teatro, con los conciertos, está creciendo mucho el entretenimiento, entonces vamos a tener series para aventar porque el público está ávido de contenidos, pero para quienes aspiramos a hacer proyectos más artísticos en que no ganamos dinero, que los hacemos realmente por amor al oficio, sí nos estamos viendo muy afectados. Bendito sea el trabajo en el entretenimiento, que nos mantiene a flote económicamente, pero hay una carencia y hay una falta de respuesta de nuestro gobierno ante la importancia de hacer crecer la cultura. Porque es nuestra identidad. Ojalá este tipo de estímulos logren darle la vuelta a esto. Pero no lo sé.

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¿Algún director o directora con quien te gustaría trabajar?
Me gusta muchísimo el cine latinoamericano. No hay actriz que no sueña con trabajar con directoras de la talla de Lucrecia Martel, eso sería mi máxima aspiración en la vida. Algo que me haría muy feliz sería volver a trabajar con quienes ya he trabajado. Me hace mucha ilusión pensar que puedo volver a trabajar con Alonso Ruizpalacios, con Alejandra Márquez, colegas a quienes ya conozco pero que creo que podemos seguir creciendo juntos y ojalá eso pase. Me encantaría hacer cine al sur… más que tener el sueño hollywoodense, además de que no he encajado nunca porque no tengo facha de latina pero sí lo soy, soy más mexicana que el chile, pero tengo una apariencia de quién sabe dónde, entonces no encajo y la verdad no me interesa mucho. Yo sueño con hacer cine en Argentina, cine en Uruguay, en Brasil, acabo de hacer cine en Panamá, una industria que espero que crezca porque es ese país chiquito que tiene mucho que decir. En fin, eso me hace ilusión. 

Has sido una voz muy representativa para el movimiento feminista actual en México; además de actriz, te ubicamos como activista, ¿te consideras tal?
No me considero una activista, para nada, sobre todo teniendo tantos amigos que realmente lo son. Creo que manifestar tu postura en una red social no te convierte en una activista. Me encantaría serlo, pero no lo soy. Con respecto al feminismo, sí tengo posturas claras, que me parece importante manifestarlas en su momento, pero estoy rodeada de gente que realmente tiene organizaciones y son activistas las 24 horas de su vida y yo solo me considero, a veces, vocera de algunas posturas políticas, pero nada más. Y lo digo con toda la humildad del mundo. En su momento me he involucrado más que otras veces, pero por ahora creo que mi manera de tener la postura clara es en el día a día, los trabajos que elijo, las condiciones con las que lo hago, con la gente con la que me rodeo, los trabajo que rechazo… porque también es importante decir no a proyectos en donde están afectando tu postura política, en este caso con el feminismo directamente. Más allá de eso, no llega mi activismo; sin embargo, me parecen importantes las acciones que con los años he aprendido a tomar.

Es curioso que tengas una incidencia política cuando no usas Twitter, que es una red que se presta para eso; sin embargo, tu cuenta de Instagram es una de las que más disfruto consumir: es personal, pero delicada y bien curada. ¿Hay mensajes de fondo o es simple registro cotidiano? ¿Cómo ha sido tu relación con internet y las redes sociales?
Alguna vez tuve Twitter y la verdad supuso mucho sufrimiento. En efecto: es muy político y yo estoy muy politizada, y me enganchaba en discusiones y linchamientos virtuales que la verdad no tenían ningún sentido. No es un medio para mí. Tampoco tengo Facebook un poco por lo mismo. De repente hay un linchamiento virtual muy virulento del que no me gusta ser parte. Sin embargo, a veces sí tengo posturas de las que me gusta hablar y hacerlas públicas. Pero, si vieran mis chats, ya tengo demasiadas conversaciones con gente con la que discuto claramente de muchas cosas políticas que, aunque también me agobia, lo disfruto porque es gente que conozco y son mis amigos. El único lugar donde yo encontré diversión y una veta creativa fue Instagram. Me gusta muchísimo hacer fotos, me gusta muchísimo la moda, lo que veo ahí, elegir a quien veo y leo. La manera en la que curo mi cuenta es así: hablar de lo cotidiano, a veces sí tienen un mensaje más profundo, pero cada quien lee lo que quiere. Es una realidad acotada, como todas nuestras cuentas de Instagram. Me da paz y diversión, también los actores y actrices las usamos para trabajar y lucrar con ellas. Yo me he mantenido un poco al margen de eso, porque entonces tendría que subir muchas fotos mías, subir de seguidores, entonces lo hago de la manera más orgánica. Soy muy vanidosa y me gusta que me vean, mostrar mis trapitos, me encanta ver cuentas así pero no demasiado. Le voy midiendo el agua a los camotes. Sobre las marcas, solamente he trabajado con las que respetan mi personalidad y no acepto ningún trabajo de algo que no consuma, promover algo con lo que yo no esté de acuerdo y nada que me obligue a tomar fotos con sus estándares creativos. Eso puede ser un arma increíble, que como figura pública tengas un espacio para decir tu verdad y tu visión de las cosas. Entonces cuido mucho mi cuenta por eso y sí comparto cosas que a mí me gusta ver, que llaman la atención y estoy plenamente consciente de que no le van a gustar a mucha gente, de que mi cuenta no es muy popular. Me gusta tenerla así, discreta. No me divierte cuando se vuelve un trabajo, me divierte cuando es una salida a mi creatividad y quienes conocen mi cuenta lo han visto. Cuando se vuelve una presión social, es mucho estrés, no es para mí y no soy parte de esa generación.

¿Qué es lo que más te duele en este momento de México?
Nuestra división, la polarización que ha ido creciendo. No puedo negar que soy una decepcionada del gobierno por el que voté; siento que no todo lo anterior estuvo mal y que no todo lo actual está bien. Pero, sobre todo, me duele que no tengamos alternativas y que nos juzguemos entre nosotros como sociedad. Sin embargo, sigo creyendo que se necesita una transformación. Ojalá y ocurra. Nada me pone más contenta que oír noticias buenas acerca de la 4t, cuando las cosas salen bien, cuando algo sí les salió, me alegra muchísimo. Pero hay un desprecio muy cabrón ante muchas cosas que me duelen mucho. De entrada al movimiento feminista. Ha sido una bofetada muy dolorosa. También a los trabajadores de la cultura. Ambos medios en los que yo me muevo. Sin embargo, soy una optimista y creo que con la participación civil y en la medida en que nosotros estemos ahí, se van a ir transformando las cosas. Sí creo que tenía que hacerse un cambio, pero me duele que no haya sido como lo esperábamos muchos. Pero hay que estar ahí, no hay que soltar la toalla y hay que apoyar todas las cosas en las que estemos de acuerdo y a favor, hay que celebrarlas. No solo clavarnos con las malas noticias, porque emocionalmente como sociedad nos va a apagando y dividiendo más.

Para cerrar, algunas preguntas del cuestionario de Proust: ¿Tu principal defecto?
No sé, tengo una lista interminable. Mis hijos y mi marido podrían decir mucho que yo ni soy capaz de ver de mí misma. Tengo muchos y no sé cuál sea el principal. 

¿Tus autores favoritos?
Depende del momento en el que estemos. Siempre me cuesta trabajo decir autores o autoras favoritas. Por ejemplo, ahora leo a Toni Morrison, y me parece muy brutal e increíble. Leí hace poco a Margo Glantz, que ya había leído y ahora me enganché más, una autora fantástica. O las clásicas como Virginia Woolf, que recientemente volví a leer. No podría decir una sola, aunque solo mencioné mujeres. Vivo en una casa de teatreros donde Shakespeare siempre está ahí. Los griegos. Depende del momento. Ahora estoy encantada con Toni Morrison, leyendo sus ensayos, me sorprende su capacidad de ser dura y al mismo tiempo dulce. Tiene unas opiniones y una manera de escribir muy particular. Es una figura de la literatura que me parece muy increíble. 

¿Un héroe o heroína de ficción?
Hay personajes icónicos que me parecen héroes o heroínas que me han salvado a mí la vida. Te podría decir una: Sally Bowles, una personaje de cabaret con la que me identifico y creo que cualquier actriz se identificaría. Porque “el show debe continuar”, aunque te esté cargando el diablo y tú estás ahí dándolo todo en el escenario. Me conmueve mucho ese personaje, es un sueño. 

¿Cuál es el estado más común de tu ánimo?
Ahora en pandemia: neurosis y ansiedad. Es horrible. Me da covid cada tercer día, leo las noticias todo el tiempo, caigo en una mentalidad catastrófica y salir de ahí… es mucho desgaste emocional. Trato de meditar, de hacer yoga, todo para calmarme. A veces lo consigo, a veces no. Mi estado emocional es, casi siempre, muy arriba, muy eléctrico y con un nivel de ansiedad particular. Me pasa por periodos pero ahora con la pandemia ya se extendió. 

¿Tu ideal de felicidad?
Sumamente satisfecha con lo que tengo aquí y ahora. Dejar de ambicionar por lo que no tengo y dejar de sufrir por las carencias y los apegos. He experimentado profundamente ese estado en plenitud con lo que tengo hoy y aspiro a que ese sea un estado permanente. Es difícil de conseguir, siempre pensamos en lo que viene o en el pasado que seguimos sin resolver, y el estar aquí y ahora en plenitud y agradecimiento es para mí el significado de la felicidad.