Lila Avilés: explorar lo normalizado

Por José Acévez
Fotografía: Fer Piña

Con su selección como la candidata mexicana en la categoría de mejor largometraje internacional en la edición 92 de los Premios Óscar, La camarista —ópera prima de la directora, actriz y dramaturga Lila Avilés— escala en la cumbre de los reconocimientos. Entre estos, por mencionar algunos, también han estado el Golden Gate como mejor película en el Festival de Cine de San Francisco, el premio como mejor película en el Festival de Cine de Morelia, el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Marrakech y la selección del filme por parte de reconocidos festivales internacionales, como los de Toronto y San Sebastián. El nombre de Avilés se suma a esta nueva generación de cineastas mexicanas cuyas carreras vale la pena seguir —Alejandra Márquez Abella, Natalia Beristáin, Claudia Sainte-Luce, María Novaro—, con una voz cada día más pertinente y mordaz.

La película es un retrato inédito de algo poco explorado desde el arte: el hartazgo de la clase trabajadora. En un texto de sobra complejo, con personajes delineados minuciosamente, Lila Avilés da solidez y perspectiva a una exploración de emociones tan comunes como brutales. Su potencia reside en dar capas y capas a una historia en premisa simple: las ganas de una trabajadora de aspirar. Con escenas perfectamente armadas y líneas narrativas que desgarran, la historia es provocadora porque hace pensar en los muros simbólicos, construidos para evitar los declives emocionales entre quien trabaja tanto y gana tan poco.

Platiqué con la cineasta sobre la película, sus referencias, alcances, los procesos creativos y la forma en cómo tejió el argumento y la producción.

¿Cómo surgió la idea de La camarista?

Surgió hace como ocho años por el libro Hotel de Sophie Calle. El libro consiste en fotografías que Sophie tomó a las pertenencias, la basura y los objetos de los huéspedes en un hotel en Venecia, Italia, cuando ella era camarista. En ese entonces pensé que era una idea increíble imaginarse la vida de los otros a partir de la ausencia.

 

Ya en otras ocasiones has declarado que el trabajo de Sophie Calle inspiró el texto de la película. ¿Cuánto hay de ella en el resultado final y qué otras referencias encontramos?

Ese libro fue la primera semilla. Luego me ayudó a hacer una obra de teatro. Pero la película es muy muy diferente a la obra de teatro incluso. La camarista es una búsqueda muy personal, ya es el trabajo de Lila Avilés ahí puesto, de la mano de Juan Carlos Márquez.

 

En la película encontramos una intersección muy particular, pocas veces explorada: clase trabajadora y género. ¿La intención primaria de la película consistía en hacer un comentario al respecto o lo consideras, más bien, un elemento provocador para otras narrativas?

La realidad es que hice esta película de una forma muy intuitiva, sin pensar jamás en provocar algo. Solo tenía las ganas profundas de hacer una película con un personaje muy protagónico y apareció Eve. Ella fue la clave.

 

Uno de los tantos puntos a reconocer en la película es la dirección actoral. El trabajo de Gabriela Cartol es exquisito. ¿Cómo fue trabajar con ella?

Para mí lo más importante es la gente, el trabajo actoral. Y soy híper cuidadosa de su trabajo, los admiro mucho, a los actores y no actores, ellos ponen el pellejo, la piel en la cámara. Así que es a los que más se tiene que cuidar. Gaby es extraordinaria, hubo mucho trabajo de mi parte para ella y de ella para mí. Pero sobre todo me gustaba su humanidad. Es lo bonito de venir del teatro: sabes que es jugar y confiar. A veces hay un prejuicio hacia el teatro, se piensa que es añejo, pero es todo lo contrario.

 

Me genera mucha curiosidad el personaje de Minitoy, una mujer muy potente con miles de capas y aristas, un personaje sin duda complejo. Cuéntanos más sobre ella, ¿cómo se consolidó?

Desde que escribía el personaje, me divertía mucho. Luego conocí a Teresita Sánchez, la actriz, en una obra de teatro documental y me causaba mucha gracia. Pero la que le llamó fue la directora de casting Lucía Uribe, primero la buscó para un personaje más pequeñito y era increíble, luego le pedí que hiciera otro personaje y me encantó también, y en ese momento le dije a Lucía: ¡ella es Minitoy!!

 

La dirección de escena es fascinante. ¿Cómo lograste encontrar tan diferentes atmósferas en una misma locación?

Me gusta mucho el trabajo con los actores, es lo que más disfruto, pero creo que tiene también que ver con que elegí a las personas adecuadas. Tanto el equipo actoral como mi crew.

 

¿Cómo has vivido la oportuna recepción de la película? ¿Intuías tal éxito?

¡Jamás! Esta película ha sido toda una aventura desde el día uno.

 

¿Disfrutas más escribir o dirigir?

En el caso de La camarista hice todo:, producir, escribir, dirigir, entonces creo que no se pueden dividir tareas, es parte de un todo. Por supuesto que lo hice acompañada, pero lo bonito y también lo terrorífico de meterte en tantos procesos, es que sabes qué necesitas y qué te falta siempre. Quizás es una forma de control. También me encantan la edición y el sonido. Me gusta estar en cada etapa. Mi personalidad es activa, así que si estoy con gente me siento más plena.

 

¿Qué significa para ti que tu ópera prima haya sido seleccionada por la Academia para competir en los premios Óscar del 2020?

¡Felicidad! Mi país viene de una tradición del buen cine, es como preguntarle a Brasil por el futbol. El cine es nuestro gran eslabón. El cine mexicano tiene algo muy especial y compartí este año con películas maravillosas, así que el haber sido seleccionada es una gran alegría.

 

¿Qué viene para Lila Avilés?

Yo solo sé que quiero seguir dirigiendo toda mi vida.