Marina de Tavira
Por Lety Sahagún
Fotografía: Ricardo Ramos
Estilismo: Hernán Esquinca
Maquillaje y peinado: Gustavo Bortolotti
Producción: Paulina Herrera y Maribel Escobosa
Siempre he tenido pensamientos alrededor de los sueños. ¿A qué huelen? ¿Qué pasa cuando los tocas? ¿Qué cambia dentro de ti cuando eres nombrada como una de las mejores actrices del año a nivel mundial? ¿Cómo se siente desfilar por todas las alfombras y saber que tu nombre va acompañado de todo tipo de elogios por parte de los críticos de cine? ¿Qué se activa cuando ese trabajo que tanto alaban es algo que se relaciona con Alfonso Cuarón, quien como director confía en tus recursos actorales y te da la libertad de fluir con tu personaje? Con estas y otras dudas llego a casa de Marina de Tavira y entiendo todo. Me recibe con un café en la mano, sin una gota de maquillaje, mientras nos sentamos en una banquita pintada de colores a hablar del fenómeno que ha sido Roma.
Todo se ha movido más rápido que nunca para ella. Viene llegando de Los Ángeles y debe asistir a una entrega de premios dentro de algunas horas. Cuando le pregunto si se mudaría para allá, si cruzaría todas las puertas que se empiecen a abrir a partir de ahora, me sorprende su respuesta. Con toda la certeza del mundo, me habla de sus prioridades y de lo bonito del ritmo de su vida antes de Roma, de su amor por el teatro, por la vida tranquila en Coyoacán, por su familia y por esa casa con un naranjo precioso que se ve al entrar. Y entonces, desde la felicidad de lo que ya es, goza lo que esta película ha traído, pero no se obsesiona con Hollywood ni con los reflectores que acompañan este sueño. Ella lo supo desde niña: quería la vida que tenía, y quizá por eso llegó con tanta fuerza todo esto, porque no lo buscaba y no lo esperaba, pero ahora que llegó, lo disfruta a plenitud.
¿Quién es Marina de Tavira?
A estas alturas, muchas cosas. Soy actriz básicamente, es lo que más me apasiona, lo que quise ser desde niña, lo que más disfruto en términos profesionales, además de ser mujer, mamá, amiga y todas las demás partes de la vida.
¿Te acuerdas de algún momento en particular en que dijiste “quiero ser actriz”?
Sí, desde muy muy chiquita, casi a los tres años. Mi tío Luis (hermano de mi papá) es director de teatro y mi papá era un gran amante del teatro y también hacía teatro, tenía su propio grupo que ensayaba en mi casa. Desde chica me llevaban al teatro de adultos, no necesariamente al infantil. Desde siempre supe que quería pertenecer a ese mundo que me parecía mágico y fascinante. Podía ir a saludar a las actrices al camerino acabando la función. Nunca pensé en otra cosa, lo tenía muy claro.
¿Cómo fue para ti crecer en la Ciudad de México?
El momento en el que empecé a ser más feliz fue cuando entré a estudiar actuación en Coyoacán en la Casa del Teatro, que es mi alma mater. Siempre me encantó Coyoacán y el espíritu que ahí se sentía. Mi infancia fue maravillosa, la adolescencia y toda esa parte de la preparatoria siempre es complicada, creo que se empieza a disfrutar la vida hasta después, jaja.
Tienes muchos años dedicándote a la actuación, pero todo esto que ha pasado es una locura. ¿Cómo has lidiado con todo esto que ha venido acompañando a Roma?
Ha sido maravilloso. He trabajado desde los dieciocho años en teatro, cine y tele, pero nunca había hecho un proyecto que tuviera esta resonancia. Ha sido maravilloso recibir todo lo que por la misma película ha sucedido, pero también agradezco que sea una película que haya puesto a la luz tantos años de trabajo.
Has estado en las listas de Chicago Tribune, w Magazine, y en algunas se habla de que faltó tu nominación. Tú qué eres actriz y desde niña soñabas con esto, ahora que estás al lado de personas a quienes todos admiramos, ¿cómo se siente?, ¿es algo con lo que habías soñado?
Curiosamente yo no había soñado con eso. Siempre quise ser actriz de teatro, fue lo que me enamoró, con toda la conciencia que tiene otro tipo de proyección. Cuando tenía pláticas con amigos que decían que querían hacer cine en Hollywood, yo decía “yo soy muy feliz en mi teatro”. Estoy feliz de estarlo viviendo, pero no es algo que yo deseara. Ha sido increíble descubrir que estas personas a quienes te refieres son de carne y hueso. Estuve en una mesa redonda con actrices increíbles y hablábamos de hijos y de mamás y de cómo nos cuesta trabajo estar en tacones tantas horas. La vida finalmente es lo mismo para un actor, simplemente son escalas distintas.
Hace poco entrevistaba a Diego Luna y me decía lo mismo. Él creció en el teatro con su papá. Decía que todo era abrumador y lo agradecía mucho, pero no era su objetivo. Hay tanta gente que se frustra en el intento, y a veces solo te enamoras de tu pasión y se nutre más orgánicamente…
Pues sí, entiendo perfecto lo que dice. Entiendo cómo fue su infancia: él estaba mucho más cerca que yo con Alejandro, su papá, un gran escenógrafo. El teatro es un mundo tan mágico que te jala y lo que quieres es estar ahí. No es que no quieras lo otro, sino que es muy cansado estar aspirando. Ese es el mundo que yo conocía, al que tenía acceso y que ha sido muy generoso conmigo. La idea de estar en Los Ángeles y haciendo audiciones me parece muy cansada. Admiro mucho a los que han decidido hacerlo, pero no es algo que tuviera en el horizonte.
¿Cómo fue trabajar con Alfonso Cuarón?
Fue un reto enorme, la verdad. Nunca se me quitaron los nervios cada vez que me llamaban al set. Es una persona increíblemente talentosa y así como se exige a sí mismo, exige a los demás. Todos en el set querían dar lo mejor porque él estaba haciendo lo mismo. Yo crecí con maestros que me exigían muchísimo. Mi maestro más querido, Luis de Tavira, es una persona que tiene la misma manera de abordar su trabajo, que es siempre pedir el máximo. Eso te hace nunca estar en tu zona de confort y siempre cuestionarte e ir más lejos de lo que hubiera sido tu primera intuición. Alfonso me ayudó mucho a ir más allá, a entender la actuación desde otro lugar. Y fue increíble que alguien me cambiara la dinámica a estas alturas de la vida.
¿Cómo es entender la actuación desde otro lugar? ¿Tú tenías un método y el usaba otro?
Él trabajó en orden cronológico, no compartió el guion con nadie, es algo totalmente distinto. Normalmente construyes un personaje antes, habiéndolo leído, analizado y encontrando sus puntos de cambio; en fin, todas estas cosas que te enseñan en la escuela, que son nuestras herramientas. Y con él no había nada de eso, era confiar en que, de alguna manera, ese personaje estaba en ti, porque por algo te escogieron, porque tienes las cualidades necesarias para abordarlo y se trató sobre todo de un asunto de confianza y de estar en el presente. Actuar es estar en el presente porque si no, el personaje no se sorprende de lo que le está pasando, pero en este caso fue con mayúsculas, lo experimenté en su totalidad.
Vivimos en un país machista, pero en varias familias son las madres quienes se hacen cargo. Estas mujeres se convierten en “todo terreno” por necesidad, incluso cuando el papá vive ahí. ¿En quién te inspiraste? ¿Cómo te preparaste?
Definitivamente en mi mamá. Y también en la mamá de Alfonso, que es Cristina Orozco. Ella representa a las mujeres de toda una generación, e incluso a las mujeres en general. Se vuelven cabezas de familia y tienen que asumir la responsabilidad de ser mamás y papás al mismo tiempo. En el caso de Sofía, mi personaje, no es una decisión, es algo que le sucedió, a lo que se tuvo que enfrentar, y tuvo que crecer. Hay muchas mujeres en esta situación. Al final Sofía, como Cleo a su manera, representa a todo un grupo de mujeres. Sí, como sociedad y como país, tenemos que reforzar lo que significan las paternidades. No solamente desde el punto de vista de lo que los hombres tienen que hacer: también las mujeres. Es un arma de dos filos, no es nada más culpar, demandar, criticar lo que el hombre no hace. Las mujeres a veces solemos tomar la tarea y no dar espacio a que los padres se vuelvan padres. Se necesita fortalecer la conciencia de la paternidad en los hombres. Hay padres maravillosos y también hay los que se desentienden de esa responsabilidad. Las mujeres hemos asumido socialmente que nos corresponde tomar el control de la situación y luego no lo soltamos.
Sofía es como un péndulo. Pasa por un quiebre personal por tristeza, incertidumbre, le rompen el corazón, pero al mismo tiempo es sostén para Cleo y para sus hijos. ¿Cómo ibas explorando sus vivencias?
Pues yo creo que esa es la razón por la que la vemos romperse tantas veces y tener momentos en los que no es la mejor versión de sí misma. Le avienta a Cleo toda la frustración solo porque es la testigo silenciosa de su dolor, y también al hijo. Ese momento en el que le pega por puritita desesperación y miedo al dolor de él, de que haya escuchado. Somos seres complejos y contradictorios, y no siempre nuestras respuestas salen de la mejor manera, pero nacen del amor y eso es lo más interesante.
¿Qué descubriste de ti en estos seis meses de rodaje?
Descubrí que entiendo perfectamente a Sofía. Me inspiré en mi mamá, pero soy también yo. Que la relación entre Cleo y Sofía, así como yo tengo esa misma relación en mi vida personal, es una relación a la que le tenemos que pensar. Que hemos establecido una dinámica social que viene arrastrando cosas desde la colonia y que hay mucho que pensar e investigar porque es una relación bellísima, fundamental, indispensable, y sobre todo si eres madre. ¿Qué podemos hacer para mejorarla, para todos los involucrados?
¿Cuál fue para ti el momento más difícil?
El principio, la primera semana que fue entender el tono actoral que estaba buscando Alfonso. Y empatarme con la forma de trabajar de los demás, con quienes estaba actuando por primera vez. Es decir, olvidarme de lo que sabía y simplemente entregarme a lo que me pedía Alfonso, a su manera de trabajar y a lo que los otros estaban dando. Él ayudó mucho con lo que comentábamos hace un momento, con la forma en la que cambiaba la situación a la mera hora o le daba información distinta a cada personaje. Eso es muy interesante porque la vida es así, podemos estar todos en una misma mesa sentados y cada quién está en una mesa distinta, por lo que trae y por la forma en la que entiende la dinámica familiar. La primera semana fue difícil, fue un reto enorme. Me rompí la cabeza para entender cómo olvidar mis dinámicas actorales.
¿Quién te inspira a ti en la vida después de haber vivido esta experiencia?
Mis amigas que son mamás y todo lo que implica en estos tiempos querer realizarte profesionalmente y al mismo tiempo ser una mamá presente. Eso es todo un trabajo diario de encontrar el equilibrio. De no olvidarte de ti misma, porque entonces te deprimes y te frustras y se lo avientas a tus hijos. Pero tampoco se puede caer en el no estar, porque el tiempo se va muy rápido y se va para siempre.
¿Cuándo te sientes más libre?
Con un grupo de amigos en la playa, de vacaciones.
¿Cuándo tienes miedo?
Siento miedo todo el tiempo en esta carrera. El otro día estaba pensando que escogí la carrea en la que nunca sueltas el miedo ni los nervios. Cada cosa que hago, dar función, estrenar, entrar a un llamado, cruzar por una alfombra roja, por Dios, nada más contrario a mi personalidad. Las entrevistas. Todo el tiempo es estar con la adrenalina.
Para los mexicanos fue muy fácil identificarse con Roma, un vivo retrato de la cultura mexicana. Lo fue especialmente para quienes vivieron en esa época, en la Ciudad de México y en la colonia Roma. Pero lo que más llama la atención de este proyecto es que gente de todos los países, idiomas y culturas está conectando con la historia: gente que nunca ha pisado México, pero que quedó enamorada de la película. ¿A qué crees qué se deba?
A que todos fuimos niños y todos perdimos algo en la infancia, todos tenemos cicatrices. Y también tenemos a alguien a quien darle las gracias, ya sea la mamá, la abuela, la mujer que vivía en nuestra casa y ayudaba a cuidarnos o nuestro abuelo o padre. Es algo intrínseco del ser humano.
Cada quien vive su historia. Sofía estaba luchando por sobrevivir como mejor podía, Cleo también, los hijos igual. Y hasta después puedes juntar las piezas del rompecabezas. En el momento, cada quien busca su aire para respirar…
Por eso Alfonso dice que esta película la tenía que hacer ahora. No la podía haber hecho a los 30, cuando empezaba a hacer cine, porque es algo que debes reflexionar tiempo después de haber vivido la experiencia. Le queda muchísima vida por delante, pero digamos que este es un momento en el que pudo mirar hacia su infancia y su adolescencia, y preguntarse por aquellos que estaban ahí. ¿Quiénes eran? A mí Sofía me hizo pensar en cómo vivió mi mamá un divorcio en los 80. Y tener muchísima más compasión y entendimiento por ella que de niña, porque de niña estaba enojada.
Parece que has alcanzado el gran sueño. ¿Con qué sueñas en esta etapa?
Sueño con poder estar tranquila y contenta con las decisiones que tome en mi vida, tanto profesional como personalmente. Ya sea quedarme en México y seguir haciendo teatro o aceptar otros proyectos. Estar en paz con esa decisión. Quiero estar contenta, serena y feliz con lo que tengo.
Creo que sí te va a tocar tomar decisiones grandes porque se te van a abrir muchas puertas después de esto.
Nunca se sabe, jaja. ¡Ojalá!
¿Qué es lo que quisieras que la gente supiera de México?
Que tiene gente maravillosa, en especial las personas que pertenecen a la comunidad indígena, que ha sufrido muchísimo. Los indígenas no han recibido el agradecimiento que se merecen, de este país y el mundo. Hablamos de una comunidad que está siendo constantemente agredida en las fronteras. Me encantaría que esta película, al retratar la belleza de Cleo y la belleza de Yalitza Aparicio, interna y externamente, y de Libo, la mujer en la que se basa su personaje, al retratar a esos seres maravillosos, multiplique su resonancia por millones, y podamos regresarle a esa comunidad un poco de lo que históricamente le ha sido arrebatado.