Miguel Rodarte

Miguel Rodarte se define a sí mismo como alguien que siempre busca el bien mayor para el mayor número de gente. Se siente identificado con la alegría, el goce, la fiesta. Este actor mexicano originario de Culiacán se interesó por la actuación a partir de un cortometraje en que colaboró siendo estudiante. Recientemente lo vimos en el filme Tiempo compartido, del director Sebastián Hoffman, que se proyectó en la sección World Cinema Dramatic Competition, en el Festival de Cine de Sundance 2018.  

¿Cómo inició tu carrera?

De chavo encontré que lo que más me gustó hacer fue un corto para el Tec de Monterrey, como actor. Me decidí a ser actor, a meterme en el cine. Encontré un socio con quien armé una productora, y así empezó mi carrera de formación actoral junto con la de productor. Soy una persona que cree mucho en el logro de sus sueños. Dentro del mundo actoral, en un principio tuve la necesidad de mostrarme al mundo, hice muchas cosas, de todo, El tigre de Santa Julia, tele, series, teatro, por eso me considero un actor versátil. Siempre me estoy sacando a mí mismo de mi lugar, aunque soy muy conocido por la comedia y mis personajes rancheros. Soy alguien que siempre va hacia adelante.

 

¿De dónde viene la luz que proyectas? ¿Siempre quisiste brillar?

La vida misma me fue enseñando a adaptarme a las adversidades de la manera más positiva. Mi madre decía que de bebé me decían “Miguel” y yo volteaba con una sonrisa todo el tiempo, como que nací con una sonrisa, todo el tiempo era goce y dicha. No sé si sea una cuestión astral. Claro que tuve las dificultades que todos tienen al crecer, siempre tuve broncas con la disciplina, por eso terminé en la escuela militar y en la escuela religiosa, y yo me rebelaba. La actuación para mí fue el camino para desfogar esa rebeldía, esa energía que, si no encauzo por medio de la ficción, quizá en la vida podría ser muy destructiva. Descargo el lado oscuro a través de los personajes y entonces lo que surge es la luminosidad.

¿De dónde jalas la energía para que tu trabajo se vea genuino y no actuado?

Son dos elementos principales: la observación, cómo se comportan las personas parecidas a mis personajes, y la imaginación, que es la herramienta de todo creador, artista o intérprete. Con la técnica llegas al personaje, pero con la intuición, vuelas. Conforme vas haciendo personajes, es como si les hicieras un traje nuevo. Al terminar el proyecto, cuelgo el traje en un clóset que se va haciendo cada vez más grande. Vas creando un armario de experiencias y personalidades y creaciones que puedes usar para tus próximos personajes.

 

Háblame de Tiempo compartido.

Cuando el director me buscó para la película, me lanzó un guion que era complicadísimo, con teorías sobre vidas paralelas y distintas dimensiones, sobre cómo todos los seres humanos estamos ligados, y estaba padre, pero era un tratado filosófico. Luego fue evolucionando; el guion en que participé es otra cosa. La maravilla que tiene esta película es que se tomaron el tiempo que tenían que tomarse. Es un gran privilegio, como actor, como gente de cine, participar en un proyecto que se tomó el tiempo necesario. La filmación se pospuso dos veces para hacer correcciones al guion. Por fin logramos filmarla, hicimos tomas de añadidos para mejorar la historia, algo que casi no sucede en México. Por eso la película ganó en Sundance el premio al mejor guion en World Drama, y en donde se presenta, impacta muchísimo. La historia tiene que ver con la crítica a la voracidad del capitalismo, la falta de humanidad en los corporativos. El cine en México puede dividirse entre el cine de arte y el cine comercial, pero Tiempo compartido se encuentra en medio de estos dos mundos.

 

¿Cuál es el mejor halago que has recibido y de quién vino?

De mi papá, en mi debut. Yo debuté en teatro con una obra de Francisco Franco, en el Telón de Asfalto, aquí en la Ciudad de México, que se llamaba Actos indecentes: los tres juicios de Oscar Wilde, y yo hacía al amante de Oscar Wilde, era el foco de infección de la obra, me acostaba con todos, le hacía pedazos la vida a Oscar Wilde, todo giraba alrededor de la homosexualidad. Al inicio de la obra veías a once hombres completamente desnudos, tirados en diferentes puntos del escenario. Yo, nerviosísimo, porque mi familia viene de Culiacán, es muy tradicional. Pero al día siguiente, en el desayuno, les pregunté qué les había parecido la obra, y mi papá me dijo: “Te voy a decir la verdad. Se me olvidó que eras tú, y me fui con la historia.” En ese momento sentí que era el mejor halago. 

 

¿Estás feliz en donde estás ahora? ¿Con qué sueñas?

Estoy muy feliz. Sueño con, desde la posición en la que estoy, contribuir a que cada persona logre cumplir sus propios sueños. Sueño con que cada persona se sincronice con su propia personalidad, que se libere de prejuicios y todos puedan crear, ser quienes realmente son, y generar a partir de eso corazones más contentos y por ende un mundo mejor. Sueño también con un país más justo, equitativo, incluyente, en donde género, raza, religión, no sean impedimento para que quepamos todos. En México hay mucho para todos. Y, ahora que tocas el tema de los sueños, tengo un proyecto sobre un documental sobre patrimonios de la humanidad en México, que se llama Soñemos México. Somos el país con más patrimonio en Latinoamérica, y a partir de este legado, se hace un recorrido por la gente que habita estos patrimonios, sus sueños, sus anhelos. El proyecto está en espera, pero haremos todo para que se concrete.