Pollo Blanco, cinco años después

Tras cinco años en la escena independiente tapatía, la editorial Pollo Blanco se consolida como una casa que pone en nuestras manos literatura local, nacional y de otros países, lationamericanos y europeos, con un catálogo sólido y congruente, y una vigente apuesta por la narrativa infantil. 

En el número 25 de Cream, Books volvió la mirada a esta casa editorial dirigida por Carlos López de Alba. Lo más llamativo en aquel momento era el concepto de independencia de la iniciativa, que Carlos y su entonces socia, Ana Petersen, entendían más como libertad ideológica que como contracultura o escasez de recursos. 

Desde entonces, el catálogo de Pollo Blanco ha crecido, la organización interna ha experimentado ajustes y las colecciones de libros se han ampliado, pero la libertad y el rigor editorial se han mantenido como un sello al que recurren los lectores. Carlos López, actualmente asociado con Octavio Velasco, nos habla de cómo ha evolucionado su proyecto cultural y de las novedades en esta editorial tapatía, que continúa entregándonos literatura fresca y de buena calidad.

 

Entre las novedades de la editorial se encuentra Al estilo Jalisco de Juan Pablo Villalobos, premio Herralde de novela 2016. Cuéntame de su libro.

Juan Pablo es depositario de esta tradición de Ibargüengoitia, esta ironía y este humor negro en versiones tropicalizadas. La novela propone un ejercicio de autocrítica al que vale la pena asomarse: crítica al tapatío, al atlista… nos pone una chinga. Villalobos es como Spike Lee para los negros o Woody Allen para los judíos: solo un atlista, solo un jalisciense oriundo de Lagos de Moreno, se puede burlar así de su idiosincrasia.

 

Platícame de Hasta que pase un huracán de Margarita García Robayo. ¿Cómo fue que decidiste publicarla?

Se trata de una autora colombiana que vive en Buenos Aires, una autora joven. Recomiendo mucho leerla. Tiene una novela muy célebre que se llama Primera persona, gran texto, desafortunadamente llegamos tarde a esa publicación. Te aseguro que Hasta que pase un huracán es una lectura que se disfruta desde el principio y que te obliga a continuar hasta el final. Cuando me llegó el original de la novela, me senté a revisarlo con un trago, pensando “voy a ver qué tanto avanzo”, pero ya no lo solté, no pude soltarlo, hasta que terminé. Eso me pareció la mejor señal de que había que publicarlo. Margarita tiene muy buena prosa.

 

¿Qué encontraremos en Criminales y fracasados de Felicitas Hoppe?

Para este libro recibimos apoyo del Goethe-Institute de Múnich, en cuanto a la traducción y parte de los derechos. Felicitas es una autora de renombre en Alemania, muy intensa, con su propia literatura. Un día decidió escribir libros de viajes, como hacen muchos alemanes, la historia de Alemania está hecha de libros de viajes. Buscó un barco carguero y le propuso al contramaestre que la dejara escribir durante el trayecto. De ese viaje se desprendieron tres novelas. Criminales y fracasados es una de ellas. Me recuerda a Vidas imaginarias de Schwob o algo de lo que hace Vila Matas: el narrador ficciona perfiles, personajes que existen, pero cuyas historias se van creando a partir de una visión particular. Así es como nos enfrentamos a cinco perfiles, de cinco delincuentes, fracasados, y es a partir de ellos que está hilvanada la novela. Las historias pueden leerse como independientes, pero la fuerza de la novela está en la conexión que existe entre cada una. 

 

¿Qué otras novedades encontramos en el catálogo de Pollo Blanco?

En la FIL pasada presentamos también el título de Luiz Ruffato, brasileño, autor de De mí ya ni te acuerdas, una novela epistolar que solo muestra las cartas del remitente al destinatario, solo la ida. Este libro plantea una ficción que ocurre con la visión del mismo narrador: cada carta es una actualización. Hay dos narrativas, una de ellas implícita y muy bien manejada, y la otra explícita. 

 

A cinco años de la fundación de Pollo Blanco, ¿qué ha significado mantenerse en pie como una editorial independiente?

El oficio de publicar libros implica siempre una resistencia, y más en un país como México, en donde se lee y se escribe más de lo que la gente cree, pero se lee y se escribe con atajos: lo que ofrecen las mesas de novedades, lo que se adapta para la pantalla. Atravesamos por una época vertiginosa en cuanto a información, pero con muy poco rigor en cuanto al tipo de información que se consume. Eso de alguna forma nos robustece, porque al final del día nos da un poco esa etiqueta de ser filtro, de ser censores. Nosotros aprovechamos esa oportunidad para hacer reducto a través de cómo promovemos los libros, del diseño, a través de toda la envoltura que le damos a la editorial, para colar la buena literatura, las traducciones que buscamos, los autores de otras culturas. La gente está ávida de leer, nos gusta que nos cuenten historias, vamos al cine cada semana, vemos series y nos encanta platicar, porque nos gustan las historias, social e individualmente. Pero no las cuentan con atajos. Tenemos una oferta muy limitada de contenidos con rigor. Sí estamos ante una época de crisis, pero para un proyecto cultural como Pollo Blanco, el panorama puede ser incluso bueno. Aquí la gente aprecia mucho el libro como objeto, el libro fetiche, con ilustraciones y ediciones cuidadas, con tipografía muy legible, tapas duras… El lector tapatío agradece los atributos físicos del libro. Hacer libros desde una ciudad como Guadalajara es un factor que ayuda a la editorial.

 

¿Hay planes de publicar poesía en Pollo Blanco?

Sí los hay, pero hay que esperar al menos al próximo año. Hemos tenido inquietudes fuertes sobre con qué autores comenzar. Un proyecto de poesía necesita estar más arropado incluso económicamente, porque la poesía que se vende en México es la de los grandes poetas, los libros de hace veinte años, los grandes monstruos de la poesía.