Retrato hablado: de Juan Villoro a Ramón López Velarde con amor

Por Belinda Lorenzana
Fotografía por Sergio Carreón Ireta / CNT / INBAL

La Feria Internacional del Libro en Guadalajara es más que la fiesta de los libros. Para muchos tapatíos es una oportunidad para ver teatro de otros estados de la República y del país invitado cada año. Esta vez tocó el turno a Perú. La oferta teatral de la FIL 2021 incluyó una obra con dramaturgia de Mario Vargas Llosa, un espectáculo basado en poesía peruana, funciones de danza, distintas opciones para jóvenes audiencias y una obra que rinde homenaje al poeta Ramón López Velarde: Retrato hablado, escrita por Juan Villoro y dirigida por Arturo Beristáin, en una colaboración de la Compañía Nacional de Teatro y el Colegio Nacional. La función sucedió el jueves 2 de octubre en el Teatro Experimental de Jalisco, gracias a Artes Escénicas UDG.

Arturo Beristáin ha comentado en entrevista que Retrato hablado es una obra didáctica en tanto se propone acercar la obra del poeta al público actual, tender un puente, facilitar la comprensión de su obra. En ese sentido, estamos más frente a un ensayo dialogado con recursos escénicos que ante un texto dramático tal cual: la acción, que transcurre en el estudio fotográfico de los hermanos Casasola en 1921, no es sino un pretexto para narrar la vida de López Velarde y comunicar algunas reflexiones críticas sobre su poesía.

Sin embargo, esta fórmula, lejos de resultar monótona, se vuelve entretenida, cercana, divertida por momentos, cuando el sentido del humor se mezcla con la interpretación de los poemas. La interpretación de Antonio Rojas es clave para que la figura de López Velarde deje de ser sagrada y manifieste su humanidad. No nos encontramos frente al “poeta nacional” sino ante el hombre que se rodea de mujeres, a veces chapucero, juguetón, seductor y siempre enamorado más por afán poético que por vínculos verdaderos. 

Dolores (Ana Paola Loaiza) y Matilde (Mireya González), alumnas de Ramón, quieren regalarle un retrato por su cumpleaños número 33. Asisten al estudio fotográfico donde las recibe Miguel Casasola (Arturo Beristáin) y los tres esperan la llegada del poeta. Ellos no lo saben, pero Ramón ha muerto esa misma mañana, de modo que nunca acude a la cita. Sin embargo, en calidad de fantasma, escucha la conversación de las dos amigas con Miguel, está presente en esa pequeña fiesta entre los tres, pues han decidido acompañar la espera con conversaciones y vino.

La obra se convierte entonces en un recorrido por la vida de López Velarde, por la interpretación de algunos de sus textos. Miguel les cuenta a las amigas su experiencia como fotógrafo en la Revolución; ellas narran episodios de la vida del poeta, leen algunos de sus textos, los comentan y analizan. Son ellas dos las voces de la crítica literaria sobre el escenario, un gesto con cierto peso simbólico y algo de justicia poética, pues la crítica escrita por mujeres ha sido amplia y certeramente ejercida en nuestro país… y a menudo ignorada. 

Hacia la segunda mitad la obra se cae un poco: el público ya se ha familiarizado con el poeta, con el oficio de Miguel, con Dolores y Matilde, pero nada más sucede. Después de todo, más que estar centrada en la acción o en un conflicto entre los personajes, Retrato hablado es la carta de amor que Juan Villoro le escribe a Ramón López Velarde. Ya rumbo al desenlace, se recupera el ritmo y el final del montaje llega con un golpe de emotividad que deja un agradable sabor de boca.

Las menciones al espiritismo, los recursos para transmitir una atmósfera fantasmal, la escenografía y el trabajo de los actores encajan tan acertadamente que por un momento dejan de importarnos un par de minucias narrativas que podrían romper con la experiencia y que sin embargo no lo hacen. La temporalidad sobre todo puede resultar confusa de repente, pero el trabajo de Rojas salva este obstáculo con pie firme y con un encanto que concuerda con los versos más seductores del poeta zacatecano. 

Sin solemnidad, desde el texto, la dirección y el elenco, se construye un retrato hablado de Ramón López Velarde que atrae porque se manifiesta desacralizado y honesto. Hay lugar incluso para los comentarios sobre la corrección política, el machismo y las miradas actuales que pueden sacar al poeta de su contexto. El público recibe el desenlace con agrado y un Teatro Experimental lleno aplaude con una efusividad poco frecuente entre los espectadores tapatíos. La fiesta de los libros se convierte en una celebración escénica del poeta.